Retorno al pasado (2)
Retorno al pasado (2)
NOTICIAS , Publicado el 04 de agosto de 2020
La prueba
Brettoni pudo girar solo tres vueltas con la monocasco Segoni debido a las circunstancias, sin obtener los tiempos, ya que los escapes resultaban estar demasiado cercanos al suelo y no había curva en la que no tocara el asfalto.
Sin embargo, la moto tuvo igualmente un gran éxito entre el público.
Según los recuerdos de Lelio Lotti, el mencionado Offenstadt llegó a tocar el monocasco Segoni, “llamando” con el nudillo contra las láminas “para sondear los espesores”.
El chasis
La originalidad y valor de este chasis, realizado por Roberto Segoni primero sobre papel, después en madera y finalmente en aluminio, era su clásica concepción aeronáutica:
dos espesas laminas laterales, conectadas a través de una estructura alveolar de piezas cuadradas, agujereadas al centro, y soldadas a mano en su interior.

Ejecución del chasis monocasco en el taller de Giuliano Segoni (Fotografía: Cortesía de Lorenzo Segoni)
En la parte trasera, bajo el asiento, un elemento cilíndrico trasversal hacía que el colín añadido al cuerpo central no sufriera torsiones en el punto de conexión.
Este mismo está bien remachado para tener fijos los dos refuerzos laterales situados por dentro para reforzarlo.

Giuliano Segoni, con el chasis acabado. (Fotografía: Cortesía de Lorenzo Segoni)
El “manchado” del chasis fue también idea de Roberto, que lo realizó con un taladro, dibujando circulitos gracias a un pequeño cilindro de madera envuelto en papel de lija, lo que le da un efecto «granallado» menos brillante y más “antiguo”, como de algo que ya ha vivido lo suyo.
El piloto
“Lo cierto era” nos contó Augusto Brettoni “que el efecto global favorecía, a pesar de lo poco que pude probar la moto en pista, una gran ligereza en comparación con el modelo original que montaba el motor SF de serie, aún más pronunciada gracias a la elección de un par de llantas Borrani, también en aluminio”.
“Una pena” añade “que no tuvimos posibilidad de experimentar más este chasis: el motor Laverda por aquel entonces vibraba un montón, y quizá hubiera podido meter en crisis incluso una estructura tan rígida como la del monocasco a lo largo de una carrera”
“¿Qué tal el pilotaje?” le preguntamos.

Segoni Special. Fotografía: Paolo Grana
“Pues por lo que se refiere a la posición, perfecto:
un pelín más alta que en el monoviga Segoni con el que corrí en Imola y que disputó el Bol D’Or aquel mismo año, en el ’73. Quizá me molestaba un poco el espesor de la soldadura allí donde apoyan los muslos” (aquella parte plana en la línea que baja desde el depósito).
“El único error a nivel de proyecto que puedo confirmar por haberlo probado fue la altura de los escapes: hubieran tenido que pasar por debajo del chasis para no ser un obstáculo en curva”.
Lorenzo Segoni
El hijo Lorenzo, que hoy es piloto y preparador, interviene: “Siempre me he preguntado por qué mi padre tuvo que realizar el soporte del reposapiés en teflón…”
Augusto le sonrió: “¡Quizás se les acabó el aluminio! Las razones de un prototipo artesanal a veces ¡son más simples de lo que uno cree!”
El asiento en estilo minimalista por el contrario es el original.
Perfecto con la estructura esencial del conjunto.
Y en antítesis cromática con el mono de mecánico con el que Giuliano amaba abrigarse cuando trabajaba en sus realizaciones, siempre blanco
“...¡¡antes de que se le convirtiera en negro después de unos cinco minutos de trabajo!!” comenta su mecánico Lelio, riéndose al recordar.
Mugello
Y para rematar nuestro encuentro, tuvimos el privilegio de poner el prototipo en acción en la pista del Mugello, pilotado por el mismo Lorenzo Segoni para celebrar junto a la creatividad de su padre, su mismo carácter, nada convencional por naturaleza y rebelde por principio.
En este día de pruebas libres resultó aún más impactante el bramido salvaje del viejo bicilíndrico.
Su orgullosa singularidad mientras recorría la pista, entre los modernos cuerpos plastificados y los chillidos histéricos de las nuevas motos deportivas.
Parecía incluso un zumbido lleno de rabia, que explotara el sonido ronco de una fuerza interior nunca satisfecha como hubiera tenido que haberlo sido en su época.

Lorenzo Segoni, hijo de Giuliano probando su Special en el circuito del Mugello. Fotografía: Paolo Grana.
“Con el cambio a la derecha todavía no me aclaro…” admitió Lorenzo, de vuelta al box, visiblemente emocionado.
Y el momento nos pareció la constatación de aquellas palabras que hace unos siglos pronunció el científico Lavoisier antes de acabar bajo la guillotina:
“Nada muere; todo se transforma”
y la energía humana, dejado el cuerpo, se convierte en la misma que mueve todo el universo. A veces, quizás, en el bramido de una moto.