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El Manifiesto Futurista

El Manifiesto

Publicado el 20 de febrero de 1909 por un grupo de jóvenes artistas con el ánimo más acelerado que un motor de dos tiempos, en el diario Le Figaro, en París.

Primera página del Manifiesto Futurista.

Una lista de principios e ideas de carácter radical, incluso exagerado y violento para las almas sensibles, cuyo fin básico era el de remover los cimientos de una sociedad “vieja” para quitarle de encima el polvo hipócrita que, a su modo de ver, creaba un ambiente falso y mezquino para vivir.

 

Estos jóvenes afirmaban, en realidad, que ellos mismos habían sido trastornados, como por una revelación

Mientras ganduleaban pensando en los salones, fumando, los pasos silenciados por el espesor de las alfombras —al igual que otros jóvenes, treinta o cuarenta años después, estarían en un garaje, fumando, reunidos en torno a una moto medio desmontada, entre herramientas dispersas y botellas de cerveza medio vacías, pensando en cómo realizar una preparación que hiciera a la gente girar la cabeza para apreciarla.

Ivo Pannaggi. Centauro. 1931.

 

Los primeros, aquellos jóvenes de 1909, se sobresaltaron de repente “al escuchar   el formidable ruido de los grandes tranvías de dos pisos, resplandecientes de luces multicolores”. En ese momento dieron oído a sonidos exteriores, y fue entonces que “mientras escuchaban el exhausto murmullo de las oraciones del viejo canal y el crujir de los huesos de los edificios moribundos (…), oímos rugir bajo las ventanas los voraces automóviles”.

 

La imaginación y la fantasía tienen siempre el mérito de “elevarnos” sobre la realidad

… de hecho, como una motocicleta nos arranca físicamente del pavimento, nos hace volar en la carretera y nos lleva a percibir más profundamente no solo el entorno sino el momento histórico.

 

Los futuristas, entonces, percibieron al unísono la novedad del «sonido» allá abajo en la calle…

Los nuevos medios mecánicos que llevaban a la gente al trabajo: desde los tranvías hasta los primeros coches, pasando por las motos. Todos adminículos aterradores, monstruosas máquinas traqueteantes, goteando aceite, emitiendo humo y un calor infernal. Pero supieron interpretar esos sonidos como la voz positiva de un progreso que los llevaría hacia adelante, hacia horizontes más amplios, hacia tierras desconocidas y conquistas inimaginables.

Ivo Pannaggi. El rapto de Europa. 1965

Miraron en la carretera, pero también hacia arriba, al cielo…

 

Fortunato Depero. Motociclista del Futuro. 1922.

«¡Estamos a punto de presenciar el nacimiento del Centauro y pronto veremos volar a los primeros Ángeles!»

Y también allí, en el cielo,  vieron avances con sus fabulosos inventos mecánicos y sus promesas de grandes aventuras y, sobre todo, de MOVIMIENTO, del que al sentir su falta se sintieron asfixiados.

                Ivo Pannaggi. Motociclista. 1937.

Y partieron

Palabras como bofetadas y puñetazos, sin miedo a ofender solo querían provocar, sacudir, despertar las mentes adormecidas de quienes pensaban que ya habían llegado.

 

 

Giacomo Balla. Ruido de motocicleta. 1913.

Vittorio Corona. Carrera de motos. 1928.

La inmovilidad mata. Ciega.  Adormece. Si realmente queréis «ver», moveros, luchar, expresar vuestros pensamientos. Volad, con lo que tengáis a mano.

 

Acelerad

“¡Salgamos de la sabiduría como de un horrible caparazón, y arrojémonos a la inmensa y retorcida boca del viento! ¡Démonos como alimento de lo Desconocido, no por desesperación, sino solo para llenar los pozos profundos del Absurdo! »

Mario Guido Dal Monte. Motociclista. 1927

 

¡Y no solo! ¡Incluso entonces, los enemigos eran los mismos!

“… Y de repente dos ciclistas vienen a mi encuentro (…) titubeando frente a mí como dos argumentos, persuasivos pero también contradictorios. Su estúpido dilema discutía en mi terreno… ¡Qué aburrimiento! ¡Auf! Lo corté en seco y por el disgusto, me encontré con mis ruedas al aire en una zanja … »

Ironía… locura… inconsciencia. Típico de jóvenes que se habrían mantenido jóvenes a lo largo de su corta vida, porque cuando es una idea la que nos sostiene, el tiempo nos envejece solo externamente.

 

Sacudamos por un momento nuestra consciencia de motociclistas, tan domesticada por efecto de la globalización.

¿Qué nos resulta más familiar y querido? ¿Esta sociedad infantil, que instiga cada vez con más fuerza a renunciar a la inteligencia de la provocación por miedo de ofender a una multitud creciente de quisquillosos, o el hierro, el humo, el fuego? ¿El rugido, la belleza, la velocidad, que desde la primera vez que montamos sobre una moto nos hicieron saborear lo que significa ser libres?